Un almacén de materia gris
El banco de cerebros de la universidad del País Vasco
dispone de más de mil muestras de tejidos para el estudio de enfermedades
mentales.
El cine ha representado los repositorios de tejidos
cerebrales como almacenes de cerebros enteros flotando en recipientes
rebosantes de líquido o con estanterías desordenadas repletas de ese tipo de
tejidos. Frente a los cerebros conservados en formol, los bancos reales guardan
fracciones del órgano, a veces del tamaño de un dado, conservadas en cámaras
frigoríficas.
El objeto del análisis de estos centros, el cerebro,
constituye un reto para la comodidad científica. Es un órgano que puede revelar
buena parte de la identidad del individuo. Por decirlo de alguna manera es
nuestro DNI cognitivo. Los cerebros son tejidos complejos y, en sus neuronas,
conexiones y pliegues, se haya nuestros secretos más íntimos, nuestra capacidad
intelectual y nuestros recuerdos. Se trata de una herramienta de estudio muy
valiosa para los investigadores, que pueden servirse de ellos para detectar las
causas objetivas de muchos males mentales. En estos tejidos donde se encuentra
buena parte del sustrato biológico que explica el nacimiento de estas
patologías, y los bancos de cerebros son los laboratorios donde investigar las
enfermedades mentales a partir de estas muestras humanas.
En España hay más de una decena de centros de este tipo. Entre especializados, se encuentran los que buscan dar respuestas al alzhéimer y al Parkinson, si bien son las patologías neurodegenerarativas las que gozan de mayor número de bancos de cerebros. En todo el país, apenas existen tres que guarden muestras cerebrales para profundizar en enfermedades psiquiátricas. Uno de ellos es el de la
Uno de los impulsores del proyecto vasco es Javier Meana
(Vitoria, 1960), catedrático de farmacología de la UPV. Su experiencia en la
adquisición de cerebros se remonta a 1985. «Del mismo modo que se extraen
muestras de sangre para estudiar la diabetes, nosotros nos dedicamos a crear
almacenes de tejidos cerebrales para analizar el sistema nervioso», explica. Su
grupo dispone en la actualidad de muestras de 1.100 fallecidos, obtenidas
gracias a un convenio de colaboración suscrito con el Instituto Vasco de
Medicina Legal. El 50% proceden de pacientes con enfermedades mentales; el
resto, de ciudadanos de ninguna patología psiquiátrica registrada.
Biología y enfermedad
La singularidad del centro vasco es que las muestras provienen
de autopistas, sino de sujetos muertos por cualquier causa. Una vez que el
cerebro entero llega al laboratorio, se registra y prepara para su conservación
en cámaras frigoríficas a una temperatura de 80ºC. «Los investigadores podrán
disponer de los tejidos cerebrales en las condiciones más idóneas para su
análisis», asegura el experto. Desde su nacimiento en 2007, el repositorio de
la UPV ha recibido un total de 1.800 cerebros, la mayoría procedente de
autopistas efectuadas en el Instituto Vasco de Medicina Legal, aunque muchos
han sido descartados al final por diferentes razones.
Una vez que un órgano se considera apto para el estudio, un
equipo multidisciplinar-formado por bioquímicos, farmacéuticos, biólogos y
químicos-toma muestras de varias áreas. «La de mayor interés es la corteza
frontal porque es el sustrato anatómico donde están las funciones superiores y
donde existen aspectos como la cognición que nos define como humanos. Y es,
además, donde están las mayores alteraciones que provocan de las enfermedades
mentales», señala el investigador Koldo Callado, que añade que también analizan
otras regiones de las que no se esperan grandes modificaciones para poder
destacar que «la principal causa del trastorno causa el trastorno mental sea
otra enfermedad».
Además de las autopistas, la otra fuente de cerebros son las
donaciones voluntarias, como ocurre con otros órganos. La crisis económica, sin
embargo, ha hecho que el grupo no pueda responder al alto número de donaciones
recibidas en los últimos años. Si, cuando nació, el laboratorio disponía de un
presupuesto de unos 100.000 euros anuales para gastos de material y otros
fines; ahora, esos fondos se han reducido en un 50%, quedando en 50.000 euros
anuales. «Tenemos menos personal disponible para abordar los casos que nos
llegan. Por eso, al recibir las solicitudes de donación, las solemos derivar a
otros centros del entorno que se dedican también al estudio de cerebros».
Un grupo de catorce investigadores trabajan en intentar
determinar el origen biológica de las enfermedades mentales. Los cerebros que
emplean proceden tanto de fallecidos en enfermedades psiquiátricas como de
sujetos sanos que actúan como grupos de control para poder detectar las
alteraciones cognitivas. «Cada año entran en el laboratorio un promedio de 60
fallecidos; la media de muestras que utilizamos luego para la investigación se amplía
a un centenar porque empleamos a un centenar porque empleamos varias partes de
cada muestra cerebral».
Tres son las líneas de investigación: la depresión, la
esquizofrenia y las drogodependencias. Según datos publicados recientemente por
la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión es una enfermedad que
ha podido sufrir en algún momento de su vida entre el 15% y el 20% de la población. Con esta elevada tasa de
prevalencia, se trata de una patología poco investigada y para que la Meana
reclama máxima atención. No en vano, será de largo una de las enfermedades que
«mayor coste social y sanitario» implicara a la sociedad en el futuro. «Existen
factores desencadenantes, pero, sin duda, la causa principal de la depresión es
el estrés. Por eso, sujetos que en condiciones normales no deberían sufrirla la
padecen por el efecto de estrés diario»
El principal objetivo del grupo vasco es dar con «la vulnerabilidad
que afecta al sujeto» para poder identificar no solo los factores externos que
pueden desencadenar la patología, sino también las causas internas. Con la
información obtenida de la corteza cerebral, estos profesionales esperan poder
mejorar en la prevención del mal y detectar cual es el sector de la población
más proclive a sufrir una depresión. «Vivimos una autentica epidemia de esta
enfermedad que se demuestra en el consumo de antidepresivos. No hay más que
preguntar a los médicos de atención primaria para ver que se ha multiplicado
estos últimos años», advierte Meana.
La crisis ha aflorado el episodio depresivo agravado por
ansiedad que genera el momento de incertidumbre económica en que vivimos. Los
estudios de tejidos cerebrales impulsados desde el laboratorio aspiran a
mejorar la prevención de esta patología mental sobre la base de un conocimiento
más preciso de «las bases biológicas y de las proteínas alteradas. Con esta
investigación podremos ayudar a las farmacéuticas en el diseño de medicamentos
más precisos para el tratamiento de las depresiones, porque nosotros podemos
identificar mejor las dianas que puedan revertir la alteración mental», detalla
el catedrático.
Mejores fármacos
Otra línea de investigación busca la detección de la causa
biológica de las enfermedades esquizofrénicas. Se trata de una enfermedad que
debuta en la adolescencia y que acompaña al adolescente y acompaña al paciente
durante el resto de su vida, por lo que es clave, según Meana, trabajar en el
desarrollo de fármacos que mejoren la eficacia de los medicamentos ya
existentes. No en vano, según las estadísticas indicadas por las autoridades
sanitarias, los fármacos que se emplean contra la esquizofrenia apenas logran
una eficacia del 60% y provocan serios problemas adversos. «En este caso, los
factores genéticos son más importantes que en la depresión: concentran el 70%
del origen de los casos, mientras que en la casuística depresiva apenas rozan
el 40% . Por ello, su detección prematura es clave para reducir la intensidad
de los síntomas, pero también es crucial diseñar medicamentos que sean
efectivos».
En la esquizofrenia, el tratamiento precoz juega un papel
clave para poder controlar su evolución. Si se compra con la depresión, tiene
una menor presencia en la población, ya que solo 1% ha podido padecerla, según
datos de la OMS. Es por ello que el trabajo de este grupo se dirige a hallar
las alteraciones genéticas que pueden ocasionar episodios de esquizofrenia-
«Nuestro reto es buscar fármacos que tengan en cuenta el carácter multiorgánico
de la patología, es decir, como estas enfermedades actúan en varios frentes. Y,
para ello, se trata de cambiar y mejorar los tratamientos existentes poniendo
el foco en su detección precoz».
La importancia de los bancos de cerebros radica, en opinión
del experto, en que con el estudio de esos tejidos los investigadores pueden
aportar las bases biológicas que causan muchas de las enfermedades mentales y
facilitar el diseño medicamentos precisos contra ellas. «Gracias a centros como
el nuestro, podemos conocer bien las dianas que puedan revertir a mejor las
alteraciones cognitivas del cerebro», concluye Meana.
Adicción a drogas
Una de las líneas de investigación del banco de cerebros de
la UPV se centra en el estudio de casos de adiciones a distintos tipos de
drogas. No en vano, confiesa Meana, la toxicomanía es uno de los campos que más
interés despierta dada su relevancia social en Euskadi, donde muchos jóvenes
cayeron en las drogas en los años 80.
El uso de cerebros humanos a proporcionado al grupo
información de primera mano sobre las relaciones causa-efecto que desencadenan
estas patologías de conducta. «Nos permite conocer el mecanismo de las drogas y
las alteraciones a largo plazo, y da pistas para el desarrollo de medicamentos para
tratar las adicciones».
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