Allí
donde se utilizan los robots y las máquinas, casi siempre hay personas que
vigilan para que no haya errores. Pero un proyecto alemán muestra que también
se puede hacer al revés.
Aunque
el ser humano deje cada vez más tareas en manos de las máquinas, todavía no
estamos seguros como para confiar al 100% en ellas. Por ejemplo, pensando en
los coches de conducción autónoma, muchos dudarían de que la máquina tome
siempre una decisión correcta. Y por seguridad, es preferible que haya una
persona para que, en caso de urgencia, sea capaz de pisar el freno. ¿Pero qué
sucedería en caso contrario? ¿Por qué deberían confiar más las máquinas en los
seres humanos que los seres hmanos en las máquinas, cuando una de las
explicaciones más recurrentes para los accidentes es “fallo humano"?
En
torno a este tema, un grupo de científicos del Instituto Fraunhofer de
Comunicación, Tecnologías de la Información y Ergonomía de Wachtberg quiso dale
la vuelta a la tortilla desarrollando un sistema en el que los robots vigilan a
las personas. Como escenario, el proyecto escogió una simulación de
controladores aéreos. Y como conejillo de indias, el informático Andreas Werger
se ofreció para resolver las tareas reales de un puesto de control, mientras la
psicóloga Jessica Schwarz lo vigilaba. “En este espacio virtual aparecen
contactos aéreos arbitrarios”, explica la psicóloga, “y el usuario tiene que
asegurarse de que no colisionen ni queden dentro de la zona marcada con color”.
Un
ordenador que detecta cómo está el usuario
En
una segunda pantalla, un monitor indica el rendimiento y el estado del usuario.
“Se pueden reconocer los bajones de rendimiento”, explica Schwarz. A través de
un sistema llamado Eye Tracker, que detecta en todo momento a dónde dirige el
usuario su mirada, la computadora vigila exactamente qué hace y cómo se
comporta.
Estos
sistemas de seguimiento de la mirada se utilizan, por ejemplo, como ratones de
ordenador para personas que sufren parálisis. Los datos recogidos se usarán
para comprobar el comportamiento del controlador y así se podrá detectar si
está atento al espacio aéreo o si está distraído por un mensaje de móvil o por
un café. El sistema indica también si el controlador está cansado tras una
larga y monótona jornada de trabajo. “Se puede reconocer el cansancio por los
parpadeos”, explica Schwarz. Si hay peligro de que se duerma, los párpados
comienzan a cerrarse a intervalos más largos y el Eye Tracker podría detectarlo
haciendo saltar la alarma.
Además
de esta tecnología, otros sensores ofrecen también información sobre el estado
del controlador. Por ejemplo, un cinturón desarrollado para soldados y bomberos
que ofrece información sobre funciones corporales y mide datos como respiración,
frecuencia cardiaca, temperatura y posición, continúa Schwarz. Con el análisis
de todos estos datos, el ordenador reconoce si el controlador sufre de estrés
al respirar rápidamente o porque se inclina demasiado hacia el monitor, algo
que muchas personas hacen cuando están estresadas, explica Sven Fuchs, jefe del
proyecto.
Este
sistema no está destinado únicamente a los controladores, sino que también
sirve para cualquier situación donde la falta de atención puede generar situaciones
peligrosas. Por ejemplo, conductores de coche o camión, o controladores de
centrales de energía o instalaciones químicas. En todos estos puestos de
trabajo cada vez se ceden más tareas a las máquinas con un efecto secundario
inesperado: la falta de atención y la monotonía que pueden conducir al
aburrimiento, al cansancio y provocar fallos. Con estos sensores, los
científicos pretenden medir con más exactitud los seis estados de los usuarios:
“Atención, conciencia de la situación, estrés, cansancio, estado emocional y
motivación”, explica la psicóloga Schwarz: “son estados que influyen en el
rendimiento y podrían influir negativamente cuando entran en estado crítico”.
Para
los investigadores del proyecto, el objetivo es que la tendencia de la
tecnología del futuro se oriente hacia la observación del estado del usuario. A
Fuchs le gusta decir que es como “trabajar en equipo”. Los colegas se conocen y
saben cuándo bromear o cuándo alguien está aburrido para delegar tareas en él.
“Estos sistemas van en esa dirección”, explica Fuchs convencido. En un futuro,
la máquina conocerá mejor al usuario y sabrá qué hacer cuando tiene el pulso
acelerado y la mirada concentrada en el monitor. Entonces sabrá esperar hasta
que esté más relajado para darle la siguiente tarea.
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